De forma similar, existen muchos tipos de crisis epilépticas parciales o focales. Depende del sitio de la superficie del cerebro donde comience la descarga epiléptica y de su extensión o no a otras partes del cerebro. Cada zona del cerebro tiene una función específica relacionada con la actividad motora, sensitiva, visual, memoria, etc. Si una crisis epiléptica se inicia en una de estas zonas se producirán síntomas diferentes, dependiendo de la función afectada.
En la reciente revisión de la clasificación de las crisis epilépticas la ILAE recomienda dejar de usar la tradicional división en crisis parciales simples o complejas según hubiera o no alteración del conocimiento, ya que es difícil de distinguir con seguridad el grado de afectación del conocimiento. En su lugar recomienda referirse a las crisis focales según sus manifestaciones principales manifestaciones, aunque reconoce que la clasificación anterior tiene utilidad práctica en cuanto a la repercusión clínica y social de las crisis.
En una crisis epiléptica focal con síntomas motores se producen sacudidas rítmicas de una parte del cuerpo durante segundos o minutos.
Otras crisis producen una sensación o emoción anormal y solamente se da cuenta la persona que la sufre (“aura”), no apreciándose externamente nada. Pueden ser sensitivas, con un hormigueo intenso en una parte del cuerpo que puede o no extenderse de forma progresiva a otras zonas, o visuales, produciéndose visualización de luces o alucinaciones visuales durante poco tiempo, olfativas, auditivas, gustativas, aunque éstas son más raras. También pueden producirse alteraciones consistentes en síntomas psíquicos, como un pensamiento extraño, de aparición brusca y corta duración, como por ejemplo, tener la sensación intensa de haber vivido una situación con anterioridad, sin ser real.
A veces, consisten en síntomas autonómicos, como por ejemplo, malestar intenso y extraño con sudoración profusa, u opresión en la boca del estómago que asciende o no hacia la garganta, durante un corto espacio de tiempo.
La persona pierde el conocimiento sin perder el tono muscular, se queda inmóvil sin responder varios segundos o unos pocos minutos y muy a menudo hace actos automáticos con la boca o con las manos, como movimientos de masticación y deglución, arreglarse la ropa, abrocharse botones, etc. Otras veces, se mueve como si estuviera consciente, pero tiene una actuación extraña, no responde al hablarle o lo hace de forma incoherente. El conocimiento va recuperándose poco a poco, con un estado de confusión mental que puede durar varios minutos.
A veces las crisis epilépticas parciales complejas debutan con una crisis parcial simple subjetiva con síntomas psíquicos o sensaciones anormales, el “aura”, que actúa como premonitoria de la crisis parcial compleja y la persona en estas ocasiones predice la aparición de la crisis de pérdida de conocimiento. Esto es debido, a la extensión de la descarga epiléptica desde el foco epiléptico inicial, que es restringido, hasta zonas de la superficie cerebral más amplias.
Sucede cuando una crisis epiléptica parcial simple o compleja se extiende desde el foco epiléptico a toda la superficie cerebral. Es muy importante conocer cómo comienza una crisis epiléptica, porque de esta forma sabremos si se inicia en un foco epiléptico localizado o simultáneamente en todo el cerebro al mismo tiempo. De esta forma se podrá realizar el diagnóstico y el tratamiento adecuado e igualmente se podrá tipificar el tipo de epilepsia para emitir un pronóstico más preciso.
Aparecen en niños con meses de edad, y son raras tras el segundo año de vida. Consisten en una flexión o extensión brusca del cuerpo y de la cabeza durante 1 a 5 segundos. Suelen aparecer en salvas y habitualmente son muy frecuentes, a veces de forma casi permanente.